Escuche: Oír Más Hable Menos
Cuando el objetivo de la conversación es percibir claramente a la otra persona y establecer una conexión con ella, la escucha activa se vuelve natural.
La diferencia entre oír y escuchar es enorme. La escucha es involuntaria, podemos estar en la calle, solos, absortos en nuestros pensamientos, y aún así, escuchamos sonidos y palabras que nos llegan sin que tengamos que hacer ningún esfuerzo para que suceda. No requiere esfuerzo, comprensión o interpretación.
Escuchar, a su vez, implica interpretar el significado, comprender lo que nos han dicho. No hay conversación si no estamos escuchando. Sólo hay palabras que vuelan por los aires sin formar un todo, sin organizarse en una idea, sin adquirir significado ni dimensión alguna.
“Tenemos dos oídos y una boca, debemos oír el doble de lo que hablamos”.
¿Y cuántas veces no sucede la escucha?
Si se ven bien, todos los días. En casa, en el trabajo, en el café. ¿Cuántas veces sentimos que no nos escuchan?
Hablar y escuchar ocurren al mismo tiempo, cada participante en la conversación es a la vez hablante y oyente. No es tan complejo, al nacer con boca y orejas podemos hacer ambas funciones.
Sin embargo, la calidad de una conversación depende más de la calidad de la escucha que de la calidad del habla.
“Es escuchando que percibimos el punto de vista del otro y encontramos puntos en común”.
De alguna manera, cuando escuchamos, demostramos que estamos atentos, que lo que dice la otra persona nos interesa, muestra que somos receptivos a las ideas del otro. Estas entradas dan como resultado una conversación mucho más armoniosa entre el hablante y el oyente.
Debemos saber cuándo es el momento adecuado para dejar de enviar y empezar a recibir. Para llegar a ser mejores comunicadores, debemos tratar de desarrollar, a toda costa, el arte de saber escuchar.
El hombre común habla, el sabio escucha, el tonto argumenta
Proverbio chino
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